Es extraño. Son los mismos vacìos.
Una alambrada asciende por el corazòn
elevando antiguos retratos.
Saetas de rublos, corean la inocencia
del placer y una màquina, temblores
de espesura detienen sus pòmulos
en cuyas ruecas abren acacias
y se desnudan ejambres de opio
en otros abetos.
El ser se encomienda a la luna.
Es ser pide otro ojo al diluvio.
Pero en las manos sòlo hay un dios
y la lengua de las mismas gira
desde su corazòn.
A un cientifico apocalipsis.
Guillermo Paredes Mattos.
lunes, 18 de octubre de 2010
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