viernes, 29 de octubre de 2010

El Pàjaro Andrògino

Ya que soy de metal, hablaré de hierros.
Si es que el acero me acompaña.

Como sé, un escrito es la aproximación a una palabra,
claro está, más no al verbo.

De hecho, hace mucho hablo entre conjugaciones
y como eso es inevitablemente ante mi vida, otra vida,
sospechar de ella
no significa nada.

Otra cosa es el significado.

Pero ya que llego a él, a pesar de mí y de los míos
puedo ilustrarme en mis pulmones, ya que jamás seré parte de
su exhalo.

Tampoco seré parte de mí y mucho menos de mí.
Pero, como quisiera no haber dejado el acento, en esa m
unida a una i.

Nunca pude doblar una acento,
tampoco improvisé para alguien que esperaba
en la luna, simplemente porque la espera
es un significado -uno más- que no conozco
y debo confesarlo, jamás he de conocerlo.

Siento desprecio por mi espíritu, o por aquella
aquella parte de él, que busca cada noche un poema,
siento desprecio porque si lo hubiera encontrado
no tendría necesidad de escribirlo.

Por ello el significado es parte de días andróginos.

Quisiera la muerte para su alma, pero eso significa que
nunca aprendí a vivir uno solo de mis días.

Quisiera la vida para él, pero ello es otro significado,
el cual me dice que jamás aprendí a vivir uno sólo de esos días.

En cada uno nos espera la muerte.

Estoy aquí, por nadie, ni por nada,
soy el pretexto que cada noche se arrastra en sus venas
sin miedos, ni pánicos, posiblemente el arte
se haya hecho cómplice de mis pómulos,
pero el arte no sabe que antes que sea convencido por su vida,
mi carne, será visionaría de otra cosa.

Ese es mi destino, muy a mi pesar.
Demasiado a mi pesar.
Y sobre todo al pesar de esa metafísica de himen
que en este instante
todos los mercurios del universo despliegan.


Guillermo Isaac Paredes Mattos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario