La noche crea una palabra, dado que el viento la detiene.
Despuès de ello proporcionamos mariposas de verde a los barcos
y los rapsodas son martinetes balìsticos.
Asi nos inspiramos mortalmente pues los astros
no pueden contemplarse.
La emociòn amplia su estreno
de salado milagro en su presagio.
La inteligencia sale a las calles vestida de dudas
su redenciòn es una claraboya ascendiendo
con la piel desde un verano.
El hombre tambièn crea una palabra, al parecer
posa aquello que providencias y anarquìas dejaron.
Jamàs vislumbraron el sueño de ese caos.
De acuerdo al tiempo titularon el espacio
como lo hace la ciencia.
Y la inspiraciòn se alejò de su mundo
errante y soltario como el halo.
Dejo en las piedras su mensaje.
Era el siguiente.
Vivì en los montes y las cordilleras.
Caminè entre conspiraciones.
Me hice elemental como el hombre.
Y amè los puñales.
Pues siempre mi recogmiento les ofreciò
un sòlo camino.
Y murieron como muere mi sombra.
En la espalda.
Guillermo Paredes Mattos
jueves, 7 de octubre de 2010
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