Què lejos la orilla de un lenguaje persa.
Què ajenos sus cantos de espada sobre
el itinerario de quien trajo el aura
algùn amanecer,
cuando los objetos presentian
un angel debajo del
hielo y un niño desertaba,
naufragando en
la espuma
hacia las crestas primeras.
Què lejanos estos oidos ante
la llegada de sus ecos y silencios: Observa,
como el vuelo no alude a la abstracciòn
y sin embargo la creaciòn en ella
nos devuelve a una mitologìa
de gris en las narices,
a una opulencia con el grito
o la perversiòn, sin modernidad
y sin desmayo.
Tan misterioso como
el contenido de las plateas,
como el signo del fervor en
una letra ebria de primogenitos,
castigada por almenas
y arabezcos en cuyas mentes
el idilio va a representar
otra vez
el jinete de los palcos,
la antiguedad del rocìo
cuando se desvanece,
la luz mesopotamica
en otros resplandores.
Solamente otros
resplandores.
Guillermo Paredes Mattos
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