sábado, 8 de junio de 2013

Invertebrados






Cualquier ejercicio en la naturaleza.
Toda compulsiòn sin galgos.
Mi especulaciòn de efigie.
La oraciòn sin temperamento alguno.
Un libro de apariencias, devorando su 
propia carne.
Ese semejante a dìas metropolitanos.
Un director de transitos y muecas.
Los imperativos de celestes mesianicos, 
lo siento tanto por ese color antes del mesianismo.
El ejercicio rojo donde se rompen los huesos.
El matinal y brujo.
Que lame zòcalos.
Que dialoga con campanadas.
Mira alturas siempre con desasosiego.
Pocas veces autòctono, lleno de guijarros transculturales.
Iluminado por la resaca de los terminos,
sin ver como muere una quebrada, un final de mi ropa.
Algùn zapato asèptico, lleno de ladrillos.
Mis ejercicios dàndose de alma.
Compartiendo, anhelando un para què.
Su policlinico logos.
De circulos hipnoticos y forasteros o miscelaneos.
Esas grandes poses de duda, aùn de duda.
Yo y ese ejercicio aerostàtico para romper 
alguno de mis hombros.
Mi codo de rodilla sin lustrar,
De dulce cuarentena..
De afeitadas orficas.
Buscando volcanes, tramites de carga,
casi lleguè a vivir de corazòn, tù lo sabes.
Como tambièn sabes que fui encantado por heroes
pero alimentado sòlo las antonomasias
del momento de su muerte.
Màs aùn en este atardecer
donde la naturaleza es el ùnico poder
que quiebra todas las metàforas
del universo.

Pero escencialmente las que conozco.

Y poseen el siguiente detalle...

Son rojas.



Guillermo paredes mattos

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