sábado, 15 de junio de 2013
El Arquetipo del Fresno
Dìas de entrañas.
Los relojes despertaban sobre si
con equlibrios de cera y batistas de carne.
En uno, los escudos dejan atràs
la redenciòn, el canto azulado del fresno,
aquella remota pareja hecha
de flautas. En otro el azogue
del rio en los pòmulos.
Sobre la tierra
volvìa a enarbolarse una carta
de musgo.
El paradero màgico del halo
como figura de tropo creciente
en tinieblas donde cuadrigueros fidedignos
o adolescentes
surcaban ruletas de oceano,
en ese lugar mi pensamiento veìa caer
cenizas de multitud,
donde la inclinaciòn a marte
sofocaba
clepsidras y batiscafos.
Yo lograba ver con un
sentimiento alimentado de danzas.
Yo entonces lograba quebrar
una rodilla, con esa percepciòn
donde los navìos naufragan
sòlo para escribir en una clase de carbòn
el velo que da cita a los horoscopos,
al sentido de la adivinaciòn
cuando posa un estandarte,
en la pòcima de arquetipicos naipes.
Y sin embargo un gitano
seguìa echando girasoles a un pubis,
sin embargo capitalistas y mùsicos
rocìaban nudos en la garganta
del sueño.
Yo no sabìa quièn era.
No lo sè hoy.
A lo lejos el alba
pertenece nuevamente a lo divino.
Pero ya no como providencia.
Jamàs vestida otra vez
de alma.
Guillermo Paredes Mattos
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