jueves, 28 de abril de 2011

Poema

Allí había un becerro.

Dominaba los espejos y
las iras.


Se levantaba muy temprano para oir
origenes.

Hablaba del amor como una llama
cayendo por la experiencia del fuego.

Imitaba trascendencias y escupia según la
clarinada de la noche.

En una alerta del mundo.



Caminaba sin estilo.

Andrógino de papel y formaciones amarillas
quebró amatistas.

Desnudó al topacio un mediodía
en que los colores respondían a los árboles
y sumían las vertebras de una oración
donde jugaban los vándalos.

Sobre quistes y epopeyas marítimas
sus temporadas derrotaban vencejos
y galopes.

Tiendas de algas inspiradas
por cartilagos y puentes de dudas.

Donde me senté a oir una sombra.


Donde alguna primavera
le arranqué una respuesta
al corazón del aire.




Guillermo Isaac paredes mattos

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