Terciopelo Subterraneo
A la maravillosa Velvet
Ese fuì, no tuve que escribir para deshacerme de mi vida.
No tuve que traicionarme, para ello està el latido y èste llenò
de juguetes y pàjaros mi vida, eso que llaman poetica, aquello
tan ardiente que daba miedo acariciar la agonìa
entre sus propios halos.
En cuanto al velo, lo fuì separando de los àrboles
de todo aquello que la naturaleza convertìa
en liquidos.
Nunca conocì un hombre que abriera una palabra por su
propio maleficio, un oràculo que pudiera sostenerse
en su demacrada mirada y antes de pendular un poema
hay que reir sobremanera
de modo que el universo se llame antonomasia.
Ya sabes sòlo conocemos el fìn.
No alcanzamos jamàs el principio.
Asi mis pequeños burgueses por mas poeta que parezca
hay que alimentarse tambièn de excremento.
Como lo hace la màs exacta puta, esa llamada sociedad.
Y ahora cierro los ojos, para que la mirada allì
encuentre en la oscuridad sus objetos.
Pero bàsicamente con la unica certeza que recorrè su espìritu.
Iluminado por el vertigo de su luminoso corazòn.
Guillermo Isaac Paredes Mattos.
jueves, 8 de julio de 2010
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