De lo Indòmito
La noche con osamentas enhiestas y amarillas. Un halo
dividido por apolo, un velero con ramplas de agua, una
mano crispàndose ante la cercanìa del hombre.
Animales de musgo, giran en torno a ella, naves subrepticias,
advenedizas como el canto de una orgìa. Su perversiòn hoy
iluminada por escenciales nictàlopes, sacude el universo
el jardìn poseso de mi cita con ardientes enjambres
donde las corolas describen el azul
de toda paranoìa.
Los papeles de la forma -elemental y rustica-
mentan que la mansedumbre abandona clpesidras verdes
en el tocador, en la funciòn de plastico
para la misericordia.
Ahora inhalo nihilismos.
Tocador de aguas inverosimiles
es tu blanquecino furor y hasta tu ensueño
de faroles quien toca los oropeles
de esta nebulosa.
De los cantos que jamàs se rinden.
De esa catalina encerrada en la rueda de
una bicicleta, sin asomarse jamàs al menguante
de la esperanza
y sus escenicos imitadores.
Cuanticos nudos de madera
cuya entrada a la sabidurìa
es lograda mientras muere debajo
del mar una campana
y tù y tu corazòn estàn allì
para escucharlo.
Para escribir con la idolatrìa
del suspenso
que los colores antes de encontrar
el rostro con el que enfrentarìan
un hombre
tuvieròn que raspar la carne
de otra vida hasta mirar
en sus huesos.
No podìa ser de otra manera.
Asi lo sentenciò
la perversiòn.
Guillermo Isaac Paredes Mattos.
viernes, 23 de julio de 2010
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