Trama del Suicidio
El Suicidio es un poema que sòlo se escribe una vez
Ya sea por indicios o molèculas de aire.
Ya por el vidrio donde un purgatorio se detiene
al pensar en madrigal y un bosque rojo
irradia continuo en la perversidad
y su imagen.
Entre naipes y màrtires boreales.
Cuando sucedemos en forma de campanas y una
vez màs los interiores reflejan un sujeto
una caverna de hilos,
la aguja psicologica de mi boca
el subterraneo confìn de mi lengua.
Ya sea por el vaya y el tambièn.
Girando con exactitud y errores
describiendo y descifrando como lo hace
un tren en los vagones,
conciente de vivir suspendido entre rieles
y en ese nada màs sorber las crines,
decir hacìa los pètalos,
en realidad esa idea es un feudo
la ignorancia de este cosmos
el pergamino cojo de mi saludo,
mi hambrienta coronaciòn de versos en
el aire,
en la posiciòn de un jardìn pensando
en su pomulo,
en la reticula de su màscara
en el urbano deletreo de mi abecedario
seco y humedo al descender
hacia un hemisferio
donde un màgico maleficio
nos conduce hacìa tribunales de nadie.
Oràculo del Granizo
A veces uno puede ver en lo inasible.
Caminar una vez màs sin darse cuenta en el habito.
Ser el animal de una costumbre
carnivoro y asolapado de la ceniza y la huella
sobre todo de aquella que se ilumina tan nuestra
debajo de la providencia y una balada de dioses.
Y tambièn respirar seducientes
fabricas de alcohol y albumina, desprender minaretes
ahogar serpientes dentro del agua,
no digo debajo, eso serà un artificio.
Y de todos prefiero el que empieza a llevarme.
A veces todo es epifanìa,
repetir el mismo indicio biològico
caminar tejiendo cavernas de monòlogos
estropicios de amoniaco, balticos techos de raices
comparàndose con armonìas de viento
y en todo viento la clarinada del presagio
trae oràculos de granizo. No hablo de adivinos
ni pòcimas, de alquimias o cadaveres entre
los arboles.
Hablo de sonidos sobre la nieve.
De la lentitud en mi gramatica para conocerse
y conocerte, incluso para conocer.
Si imprimo es para detener el discurrir
de las cosas,
pero ello es la pretensiòn màs cara del espacio
y sòlo soy un antiguo caballete de piedras,
un mal integrado debajo de la marea
un suburbio escarapelandose
donde las yugulares baten seres de insomnio
columnas de huesos,
caratulas de fè e hilos.
Serenas espadas donde las iglesias
gritan un nombre.
Y mi locura de celeste razòn les da
su velo.
© Guillermo Isaac Paredes Mattos
miércoles, 24 de febrero de 2010
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