I
La muerte recoge su palabra de otra palabra.
Allì es abierta con pronunciaciònes de ràfagas,
con alientos bebiendo aires y ciudades de làmparas.
Pero no lo sabe, no conoce sabidurìas pues ellas
se borran en cada polea,
camina sonàmbula entre lo desconocido
simulando encuentros con hados,
eter y propòsitos
allì oprimimos simulacros cuya sombra
es infinito convirtiendose en tormento.
La palabra de la muerte tiene mas de
una para cada ser
en la vida.
Y ella muerte recoge ese angel desnudo.
Su espìritu ebrio de alas y supersticiones.
Esos talismanes de interioridad
iluminando boreales ciudadelas de piel
degenerando en lluvias de acido
sus palacios de alcoholes.
Esa providencia entrando nictalope
una noche a la linea
sin que ella misma
se mire.
Porque la muerte no tiene mirada.
Es sòlo una nihilista paràdoja
donde se originan los cielos
y hasta las serpientes.
La muerte es sòlo un rìo.
Y ese es el epistolario de su ùnica
palabra.
Visionaria y perpetua
en las orilla de su mundo.
lunes, 8 de febrero de 2010
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