jueves, 18 de febrero de 2010

Ciudad de Venus

Ciudad de Venus
En memoria de un duende














Es nuestro el ojo del desasimiento, la fronda

en la oscuridad se mueve frìa

y grandiosa.



Como los carniceros

aprendiendo nuevamente

en extraños sacerdotes, todo en tu corazòn

vuelve a los precursores

a los ancestros del aire

al talisman del agua en el poema

o la magia de color pidiendo auxilio.



Antiguas catapultas, nosotros nunca

recogimos abundancia de todo movimiento,

nos atrevimos entre los àrboles

a soñar una caida, incluso aquellos

donde no existìa el tiempo

y el espacio era un lecho

de almidòn rodeado de

sorbiendo estrenos.



Brillos de mortal remordimiento

pues los astros elegìan

cada amanecer por nosotros.



A dònde fuè esa voluntad

que no llegò a la desiciòn, a dònde

esos jeroglìficos de piel

con estatura venenosa.



Cùal de las avenidas

consumiò esa jerarquìa de liquen

la multitud labrada por jeringas

y mùsicas de hibridos terciopelos.



Yescas antiguas, vimos la piedra

del maleficio traicionarse.



La mirada vagò en el desprecio llevando

coronas de supersticiòn,

altares de bolidos,

esa visiòn del momento

en un tormentoso druida.



Y vimos el trance del talento delirando

en sus propios umbrales, una arboleda silenciosa

una ciudad de venus

buscando enfebrecidamente

el miedo de su magia.





Guillermo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario