domingo, 21 de febrero de 2010

Los Clanes de la Muerte VIII-IX-X

Los clanes de la muerte


VIII



He seguido el eter de todos tus pedazos
por ello sè que la noche donde nos encontraremos
serà deforme, abierta como el sol
un funeral tan grande cuyo ser desprenderà
y desprende todavìa.En boga con el vidrio
y narraciones noeticas.

Pero tù escribìas un discurso con
metafisica de pulga, tù fuiste ignorada
a pesar de los alfiles y si creamos
mas de una guillotina, fuè por ello.

Pero miremonos, hoy no existen descenlaces,
el rostro del penal nos empujo al homicidio
sin llevar un crimen en las manos.

En eso erramos, esta etiqueta de papel
lo era.

Y medito en esa soledad de tu empujòn,
creo que alguien deberìa reconocer
que esto tan inasible
responde y recita liendres anagògicas
disputando a si mismas,
el credo del amor, un diezmo purpura
y elemental para
un planteamientos para oprimir
un sepulcro.

Ese por donde entro igual
a una regiòn de naves, a un territorio
lleno de inmensidad como el gorjeo
al buscar el sueño en una cupula.

Y mi espìritu tan distante.

Tan Coloquial.

Tan venereo.




IX



Tengo una aguja. Era felìz, al menos despertaba
con esa figura. Luego era alcanzada por la furia.

No sè de sus pronunciaciones tanto como el sonido
de las ràfagas, me deja entrever su pronografìa oculta
en las huellas de un templo cubierto de llamas.

Por cierto, hay que dar por msentado que el amanecer
es superficie de rameras.


Una aguja, una entrada a la piel para crear una puerta
a la sangre, un animal indomable, encarnizado
desde la pureza donde el mundo es un verdugo irreal,
el maquillaje de la vida en una pretina,
la fiesta solitaria del monje que grita al pasado.

Y que pasado no sacude una tormenta entre presentes.

No quisiera.

Realmente no quisiera.

Pero la ùnica manera de oir su partida
es evolucionando en sus
clanes.


X



Mi opciòn es de adobe, lo cual simboliza
paradòjica pureza.

Perpetuidad del que agoniza riendo un poco màs que
la aurora, que este idioma en hogueras semejantes
a nichos o constelaciones, humaredas de lata
que indolentes recogen una bala, proporciones
de escarnio y veletas.

Y sòlo pude mirar, ese extasis fue vedado para mì,
mi espìritu guardo cultos para su soplo
tendido en lo invisible.

Los Clanes crean acompañadas de lo invisible
y ello se mueve en dialècticas exactas,
con perfecciones que desearìan un trozo
de hombre en sus cirios.

Pues ellas originan en el fin del mundo
otra misa.

Y la inspiraciòn llega callada,
como un milenario desorden
al lado de diezmos de
sangre.



Guillermo Isaac Parades Mattos.

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