sábado, 8 de septiembre de 2018

Naturaleza





Hay una casa en la entrada del puerto.
Pelìcanos y conchas habitan en ella.
Desde esa casa por la noche se deja escuchar una
voz.
Constantemente habla de presagios.
Un oràculo -atento a sus palabras- en ocasiones
piensa en esa voz.
-tal oràculo es un violìn que cuelga de una cola-
Por lo demàs algunas cosas son atàvicas.
Otras no.

Luego el mundo.
El mundo donde toda paràbola es
necesaria para ciertos antìlopes pero no
para aquello cuyo devenir es una
de sus manifestaciones 
sobre la playa.
Su nombre es naturaleza.

A la entrada del puerto existen unas paredes.
Forman una casa.
No tiene mucho sentido pero ahora sabemos
que en el interior abundas
pelìcanos y conchas.
En los ojos de tales pelìcanos aùn puedo ver
la orgìa de indòmitos atardeceres
donde los equilateros
alcanzan el desasimiento logrando
asi rozar una piràmide.
-no digo que los equilateros deben llegar al 
desasimiento para rozar una piràmide-
No. No quisiera afirmarlo.
Pero a veces.

A veces simplemente es asi.





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