He mostrado al arte, en su escena vacía de cosas sensatas.
Lo hice -casi siempre- bajo la noche, para que el día
nunca lo supiera.
Y el día nunca lo supo.
Presumo que es un pírrico triunfo, de aquellos
a los que acostumbre mi corazón después de su pulso.
En el pulso hay también otra victoria - no sé si pírrica-
en él muere el latido.
Me acostumbre a sus tuneles.
A las intervenciones del sol cuando nos deja de lado.
A la imagen reflexionando en las contorsiones
del paciente, imaginando que ello es su existencia,
pero es lo último y único que nos puede dar.
No hay otra cosas.
Señores de los puentes y las reliquias.
Miren ustedes el amanecer ha cruzado la noche
para detenerse.
La dialectica contruyó el entarimado para
que suban a cantar los heroes.
Los cuervos, los idolos.
Y por ello mi espíritu se alejó
de esas voces.
lunes, 7 de marzo de 2011
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