lunes, 7 de marzo de 2011

8

He mostrado al arte, en su escena vacía de cosas sensatas.
Lo hice -casi siempre- bajo la noche, para que el día
nunca lo supiera.

Y el día nunca lo supo.

Presumo que es un pírrico triunfo, de aquellos
a los que acostumbre mi corazón después de su pulso.

En el pulso hay también otra victoria - no sé si pírrica-
en él muere el latido.

Me acostumbre a sus tuneles.
A las intervenciones del sol cuando nos deja de lado.
A la imagen reflexionando en las contorsiones
del paciente, imaginando que ello es su existencia,
pero es lo último y único que nos puede dar.

No hay otra cosas.


Señores de los puentes y las reliquias.
Miren ustedes el amanecer ha cruzado la noche
para detenerse.

La dialectica contruyó el entarimado para
que suban a cantar los heroes.

Los cuervos, los idolos.

Y por ello mi espíritu se alejó
de esas voces.

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