lunes, 10 de abril de 2017

El Horizonte del Limòn





La escalera concebida antes del mar.
Por ella el lenguaje recorriendo sonidos de arsenico
o equilateros. Las monedas que señalan edificios y 
plateas de escamas donde se arremolina un
horizonte.

Y ante ello el solsticio.
-no sè si es una forma muy sutil de un diluvio-
Las leyes de un menguante que cruza una corola
y los suicidios ajenos o propios a cada
momento ven caer la nieve.

- esos suicidios que nos acompañan y conocemos -màs
que todo- en la existencia-

En cada palabra que logra ser indescifrable. En todo diàlogo
encaminandose al acido o la desesperaciòn. A esa
frase inasible. La que se estrella contra el infinito
antes de convertirse en tallo.
-no  todo debe estrellarse contra el infinito para
convertirse en un tallo-
La que nunca rozarà una epifanìa.

La escalera por donde se reencarnan cada invierno
las maderas, ya sea en figuras, ya sea en pajaros de hierro
y la inutil conquista de un soplo que asciende 
hacia un universo de plagas. Constantes. Llenas
de privilegios y disciplinas tanto como espigones.

Envueltas por baules y cofradìas como si fuera evaluada
una bacìlica. Un caso de trapecios.
Una llegada a un cactus de neòn oprimidos por el polen.
Por la astrofìsica ideologìa de un buho en las
perchas, idolatrado por teatros.

Y entonces la conciencia de un interior revela
una orilla de aletas. Una branquia llena de liquenes.

Un vaticinio enquistado en alguna parte del cuerpo
usurpado pacientemente por el horizonte de un absurdo
limòn.

Por una lampara de precipicios donde el cartòn en los
corchos de dobla.

Bajo un fondo hambriento y maritimo ebrio de olas.














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