sábado, 24 de enero de 2015
Poema
Conozco esta sensación, su majestuoso peso
aún libera de si mismo un horizonte de latigos
y carne. Veo las avenidas por las que anduvo errante
un día de cáscaras y ramas, un día en que la
luz descendía a las hojas musitando la vida de la
nervadura, la silueta del eter, el pensamiento donde
los ríos eran siempre fugaces.
Explico porqué tarde a tarde sucede en esta hoja. Me
lo digo silenciosamente como un día de algas con
que igual a la dimensión del mamut, en otra especie de
mundo formabamos nuestros movimientos. Trato
de inventar algo como el soplo. La melodía del tiempo
entre la multitud. El concepto del sueño, el latido
que en la abstracción suponía un universo de aire
confundido con paises parecidos al de los
leñadores.
Días celestes como el aura, determinados por cabelleras
insomnes, donde el viento ascendía a la percusión
llevando la memoria de un travesaño, la ecuestre
posición del azogue, la luna en el remordimiento
y una historia como una ceremonia donde la atmosfera
detenía en su pecho la gravedad colmada de polen,
colosal como una nebulosa de vanguardias en
un jarrón que enarbolado por la soledad del juguete
volvía a los pétalos descubriendose.
Hasta llegar a un mundo de adioses como el prisma.
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