martes, 27 de enero de 2015

Re-creaciòn de la Sepia







Esta leyenda en las palabras que pasa por ser
el lenguaje. La altura del pecho y del corazòn
entre los manantiales.

Esto que guardas como un trebol debajo de la
tierra.

Los capìtulos de los anfitriones junto a un 
pasajero y muy cerca de una nave cuando los 
puertos son re-creados por la madera.

Eso tan desquiciado colocado entre serpentinas
de modo que a diario, seguimos las formas de 
una herradura y el tallo que adoras como una
serpiente ahogandose en los deltas.

Aquello que sumerges como una oraciòn en el 
alma, con la percepciòn de que ninguna otra cosa 
lograrà vivir con el tiempo en ella. 

Con tallos y sudores de hidrògeno, con lapsos
de antinomia y bosques igual a llamas de asombro
y visiones de sueño.

Con palacios y cumbres axiològicas, ebrìas de
sombras ladinas de epistemes, a las cuales llegas
con un brazalete y un desierto en el rostro, 
heuristico y fatal como una caverna o la memoria
del rito en los parpados.

Una caverna construida perpetuamente por la
imagen, esa reconstrucciòn sin sienes ni mentones,
tan solo metàforas de arena y barcos disimiles.

Barcos que ponen una flor junto al eden o el
instante del pliegue entre lo sibilino, ese que muerdes
o mascas segùn tu propia experiencia del signo en
el hambre.

Que observas como el labio contiguo al mineral
donde se bañan las mandarinas y se desnuda en el
estallido, el labio opuesto de una hecatombe.

Que sòlo tiene una playa y un bàculo y se desplaza
heteroclitico entre movimientos de escamas, susodicho
y antiguo entre secularizadas margenes, que ante el 
sol y los advientos, dedicanse a dividir cadaveres.

Los hilos que inundan una ventana, esto con relojes
de climax y huertos inundados, huertos que nos toca
reconocer frente al vidrio y gigantes telescopios.

Los ojos de una avenida con formas de cumbres que
separanse en los tallos, donde la rafaga esteraliza un
estrabismo, el fruto desnudo de la papaya, mencionada
sòlo por los asteroides.

Eso tan legendario  que logras colgar de las anclas
y los esbozos mediterraneos de una cultura, cultura que
acaricia prehistòrica el lunar en las manos o toda
circuntancia que toma el oceano de los funerales 
del iridio y las irrupciones del ambar en los
monasterios.

Eso que es un heliotropo mientras el amanecer ondea
liturgias de crines.

Que se aleja y desciende como la intensidad, pero
proviene de una estetica que lanza al magma su
desesperaciòn y basicamente se caracteriza por citar
grutas y hierros.

Eso que finalmente o en apariencia es si mismo, fascinado 
por universos de pàjaros como los relojes.






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