lunes, 5 de enero de 2015

Los Dirigibles del Caballo






No era este silencio.
Ni la espina donde se empinaba la espuma
del diluvio.

Tampoco la efemerides de una noche con
el sol en la orilla, tocando en los moluscos aquello
que sòlo el dìa màs esoterico
demostraba entre la magia como providencia.

Tampoco las bandadas donde las
aves transmigraban hacia
un puerto de elfos donde los candiles arrastran
la soledad del verano en una hoja.

Volveremos a llamar a tal hoja, poema.

La oiremos en el curso del mamut entre los
celentereos y partiremos hacia un universo con ellos
que no era escarlata. Tan sòlo sentaba sus
acuarios sobre una mosca o decidìa
el relato de las circunferencias 
mientras en el oceano 
reinaban las 
dagas o el principio de los mamiferos.

Y nosotros
con aires primitivos de nada.

Con la armonìa del agua al desvanecerse
en los bucles de una mujer
que ondea serpentinas 
al vocalizar palabras
descolgandose del sonido y los ritos
como un racimo indomable.

Uno de ecuestres dirigibles
en los dirigibles del caballo.







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