jueves, 2 de mayo de 2013

Los Archipièlagos de Barro






Conozco este momento.
Llega desde una leyenda sin arte.
Concede mecànicas al vacìo.
Su mente irradia.
Puede ofrecer seguridad, aunque
podrìa ser una ilusiòn; una lista de tabernaculos
un lustro sin aldeas
una taberna maniaco-dramàtica,

Reina en iras de sonàmbulos.
En muchedumbres de rejas.
Entre mutilaciones de ìdolos
cuando desmenbramos ese 
idolo para conocer al menos una parte
y encontràmos un hombre.

Lo hacemos buscando uno 
de sus nervios, lo hacemos buscando una vena,
- dependiendo de lo que haya llevado-
una de sus sombras, siempre y cuando
la nuestra haya desgastadose
entre el mundo.

Y nosotros - yo personalmente, extremadamente-
estoy lleno de alfileres y medito en esas cosas
dado algun parpadeo y a base de exègesis
y epifanìas para controlarme.

Para sistematizarme
introduzco una historia de pus en la mìa.

Y ya que soy sordido sin terminar
de iniciarme, describo amaneceres
junto a algas.

Hay que escribirlo porque una metàfora
no alcanza dimensiones
cuando estàn hechas de cosas
màs allà del barro.

Una metàfora para existir debe llegar
en cada una de sus sonidos
al prodigio que arroja
un leprosario.

Y eso lo sabe todo el universo.



Guillermo Isaac Paredes Mattos

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