miércoles, 15 de mayo de 2013
Espíritu de una Gastritis
Mi ciudad se compone de malestares.
De malestares y digestiones.
De periódicos y titulares expresos.
Sus formas conducen siempre a
algún tipo de gastritis, por más que
la gastritis sea siempre una.
Esto en un amanecer de éxodos:
Cría cuervos dice la luna, mejor
mentor y alpinista de nadie.
Mi ciudad llevaba ternos, la
imagino muy bien con su corbata,
me sugería muchas cosas, asi que
me hice músico sin que aterrizara,
misionero de equilibrio sin pudores.
Encarnecido es su andar mientras
no gesticula, busca al igual que
este pronombre, una estrofa.
A esta ciudad ninguna confesión
de lealtad le debo, pero ya que
estoy aquí, debo suponer que lealtad
es suponer por separado, que un
hombre no logra ser tomado de
la mano y sus inscripciones son
la nieve de un mausoleo girando
en los bastones. Pero, mi ciudad
es lapidaria, la identidad del peso,
el fondo del acto, la intención
sin cartas ni cosas al final del
embrujo. Esta ciudad es llenar
una caja, cortar un papel, decididamente
dormir en la lluvia, saborear el follaje.
En ella nada es finalmente.
Sus fogatas nos llegan a cuentagotas.
Mi romance con sus expresiones
son prohibidas, mi conmoción ante
alguno de sus criaturas, es una deriva,
un paisaje en común con el granito.
Mi ciudad tiene su solo poema
y eso es demasiada cultura,
algo que maltrata de cualquier forma
a lo subrepticio del aire. Inasible.
Llena de poder y cartas no astrales.
Lo sabes, tú lo sabes y sin embargo
sigues escribiendo.
Guillermo Paredes Mattos
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