sábado, 3 de noviembre de 2018
Inverosímil Poética
Ayer encontré al eternidad.
No era una forma del humo como se sugiere
entre las cosas apiladas en el fuego.
No era el lenguaje después de abandonar
en el sueño elefantes boreales cifrados en cada
una de sus imágenes.
No era el vapor de un manantial que se eleva
a la atmósfera en un ardiente día de verano.
No era ninguna de esas cosas.
Mucho menos el hilo que duerme en un cuarto
de papel donde en los ángulos se escribe
de otras cosas. De heridas amarillos por
ejemplo. Sucede casi a diario.
Irracionalmente a diario.
No faltará por allí alguien que diga que ello
es poesía. A veces lo creo. Es un a veces que dura poco.
Que no tiene garrochas.
De las garrochas uno puede sostener cosas
como también de lo incomparable.
No sé si estas tres ultimas oraciones son
necesarias en este -por decirlo- texto.
Ayer encontré la eternidad pero lo más
probable es que ella me haya encontrado.
No puedo asegurar en este momento una de ambas
cosas. Sólo sé que son diferentes.
Que tienen hambre porque siempre llevan
una noción del espacio que desconozco.
Una estampa del tiempo.
Los artistas descansan en fases de hojarasca.
La arista alcanza el escrúpulo de un ión.
Aquello que es sombreado muestra su siseo con
tendencias hacia lo perpendicular.
Hacia extrañas temporadas de aceite.
Donde un sagrado halcón sacia su sed.
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