viernes, 2 de noviembre de 2018
Iniciación Gramático-Espiritual del Hombre
En esta ciudad vive un hombre.
En realidad más de uno.
Pero eso lo sabemos.
Es tautológico.
De tanto reiterarse, sin ser
molestamente fonético
se convirtió en cacofonía.
En esta ciudad vive un hombre
a base de preludios.
Es sintáctico y sintético.
Gramatical como la aurora de una
naranja en el abecedario
cuando descubre que el reflejo
de una palabra
es por lo general una herida.
Un hombre compuesto de arañas.
Lleno de nervios.
Impulsado por la parte oscura de
la luna y en general por
la parte oscura de todo astro.
Semiestructurado.
Valiente como una uva o un plátano
oculto detrás del racimo.
En su rostro la parte ontológica
del mismo le señala a diario que se
defina metafísico.
Un hombre con mucho pudor a
sabiendas.
Descubierto por algas
y desengaños, ofrece sus pupilas
a los adjetivos del agua mientras se
elevan de un manantial
conducidos por
el vapor
entre cúpulas de aire.
Un anhelo del mar en sus ojos
lo ha iniciado en el arte de las planchas
y dequeismos.
Profundamente isocrónico
como la distancia de un acorde a
otro en un arpa
edifica a diario las funciones de una
cascara
de una apariencia raspando
lo verosímil
hasta la iniciación espiritual
la iniciación espiritual que existe en
la escarcha.
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