sábado, 13 de mayo de 2017
Las Rojas Cabelleras de las Olas
Bajo un lenguaje donde se arrastra el verbo
-al parecer- autotitulàndo dagas que descienden
de las lupas.
En ese mismo lenguaje donde la apariencia
describe una foca discrepando con una que otra
filarmònicas; a quièn importa ello.
En un ruido primitivo de esponjas o limones.
En la carta cuyas palabras son propicias entre
la realidad sòlo si nos olvidamos completamente
de nosotros.
Bajo un lenguaje, quizà porque los pàjaros en èl
logran a veces sostener sus hordas en las lenguas de
sus picos y eso no llega a ser hiperbolico.
Sòlo llega a ser.
En los poliedros encerrados en cada una de sus
silabas.
En sus mentones dedicados a alguna escafandra
o tibieza.
En los contenidos de esa escafandra.
En los conjuntos de aquella tibieza.
Cuando el sol es nada màs que un nudo que una
luz de vidrio en el horizonte deshilacha.
En un record de veleros que llegan a los mares
de la luna.
-lo cual es inevitablemente absurdo-
En la conmociòn màs sobrenatural por la tarde
caminando a nuestro lado y explicando superficies
de las agujas.
En las perspectivas del lago: suponemos
-tensadas- por higos o alabastros.
En las temporadas de la ilusiòn señor! porque no todos
acceden a la vida de las constelaciones.
A los higos o aluminios donde lògicamente se arrastra
un verbo, ya no autotitulando
dagas.
Sino esos exactos mamìferos.
Perfectos e inutiles al desprender las rojas cabelleras
de las olas.
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