Fuimos por la naturaleza asolando cruxifijos,
descubrimientos, salvas.
Interpretamos luces y expediciones, escarnios
contemporaneos.
Subversivos exodos nos acompañaron hasta ese
aluminio.
Llevaba frondas, ansiedades.
Poseìan solipsismos de azufre, volteretas de ave.
Dominamos sus vacìos, porque terminaban
representando una idea.
Ese encuentro decidiò la existencia de
nuestros idilios, nuestros dramas.
Asi pudimos desterrarlos y nos hallamos semejantes
al caminante del rìo, trepando un todo
una cabeza de la linea, una proporciòn donde
la visiòn llegaba con el halo.
El halo, aquel que es sòlo una estado del poema.
Hay tantos.
Pero èste poema acabarà con aquel ligado
infinitamente al desprecio.
Y jamàs podrè tocarlo.
Guillermo Isaac paredes mattos
sábado, 18 de junio de 2011
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precioso
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