Hay anècdotas que renacen y el iris.
Vacilaciones escènicas como el colapso.
Algo como una nube de instrumentos encontràndo
la deriva.
Y entre torreones -clàsicos y herreos- llevamos
el insomnio de un astrolabio, fijo y mortal
en una estrella. Una tradiciòn que a la larga
nos devuelve al extasis a cambio
del encantamiento.
Sin duda, sòlo somos un dado. Nunca dos.
Hay y no nos arrastràmos solemnes, no sabemos
el matìz de la naturaleza al buscar lo peculiar,
el beso singular de una arquitectura
balìstica
como la arena.
Y no es heroico, tampoco mitòmano, escribir de ello
es pronunciarse como un maniàtico recordando
un poco
su efervescencia, aquella que al dictar olvido
inunda de asfalto todos sus criterios.
Primitivo -algo coral- estilizador de recogimientos
sobrevuela las ciudades sin ninguna opiniòn
sin ningùn techo.
Hay impetus, pàlidos e ilustrativos,
refinadas conciencias de gravedad.
La percepciòn de uno que vaga.
La percepciòn en sus disturbios
y vaya el tiempo a conceptuar
los vidrios donde un documento besa
a su enemigo.
Estàn las fuentes y los bebedores dogmaticos.
La lìrica sintetizàndolo todo.
El marco astral del himno.
Los sensuales acompañamientos
de travesaños.
Entre sonoridades - jamàs nuestras-
asociamos una idea que trepe por la fidelidad
como un oboe. Intimo impero donde el gènero
pierde un ancestrp mostrando
el halo penetrante,
un signo de temàticos rieles
asesinando sus monòlogos entre los empedrados.
Porque sòlo debajo de los rieles
y las piedras
nos encontraremos.
Guillermo isaac paredes mattos
viernes, 10 de junio de 2011
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