sábado, 11 de junio de 2011

Melodía para la Obsidiana

No hay muchas cosas donde aferrarse.
Un ave de sombra, una figura de límites,
la caricia de obsidiana en el alabastro,
no hay un lugar de donde tomarse,
cuando el mundo crea las cosas imposibles
para mí y pregunto, sólo me queda preguntar
por la savia, por la muerte de linfas y elixires.

Soy un mediano animal, carnivoro y antiguo
como el ópalo, intenté buscar mi corazón
intenté sembrar mi espíritu, envié mensajes
a todos los símbolos que viajaban a la luna
por más que nunca encontré una botella.

Ahora sé que jamás habrá respuesta.

Lo extraño es que la poesía nunca me lo dijo.

Lo misterioso es que lo guardo en sus probetas.


Hubiera querido derramarme sobre todo lo que
no era fonética.

Insultado a los cometas de mi barrio, sobre todo
aquellos que nunca elevaron sus alas.

Pero fuí un hombre que se quedo dormido un otoño
pensando que ello me conduciría a la naturaleza.

Escribí y escribí, lo cual no es más que otra enfermedad,
la cara oculta del otro. El lado oscuro de la piel
y la carne, atiborradas de orbitas podridas.


No existe sólo un mundo, éste es una pronunciación
de la realidad o un ente, una de tantas- llenándolo de máquinas,
de remordimientos, de escrúpulos con las manos abiertas,
tal y exactamente como posee la ira.

Amé roquedales, concerté con medanos, dí la vuelta
a mi rostro con un arte de tinieblas y un fondo
observaba con una soledad diplomatica.

Sucia como una constelación.

Como el vientre de una nebulosa.

Igual a una vena de prados abierta
por un diente.

O un herida - la más extraña- esas que sólo
pueden dejar en el alma una melodía
de obsidiana.




Guillermo isaac paredes mattos

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