No entiendo a esos caminantes buscàndose
entre los ojos.
No entiendo porque las pupilas de una boca
son una libèlula.
Y quisiera liberarme, para ser idolatra
como toda piel herida por la noche.
Tampoco èsta poesìa sensible hasta el extremo,
cuando hay otras pàginas y en èstas
podemos amenazarnos como lo hacen dos hordas
que mueren secretamente en el pulso
de una batalla entre heraldos
en regiones de violencia.
Decimos entonces que el amor es una daga.
Que en la habitaciòn donde la carne vuelve a unirse
ese amor es tambièn un puñal que lograr confrontar
esa daga y ambos son tanteo donde cuatro pupilas
ascienden como a la desesperaciòn
asciende en la soledad
la poesìa.
No entiendo al amor ya que es humedo.
Porque es una constelaciòn y a veces un pubis.
Una constelaciòn de sangre bañada de interlocutores
en universos sin velas.
No comprendo a esa tierra donde lo macabro constrasta
inutilmente su naturaleza en dos mundos
que llamamos reliquia o brùjula
y llueven sobre un estigma
derrotando lo macabro
porque el amor en el fondo
es siniestro.
Y en èste momento antes que lo siniestro se pierda
recordarè que el amor es pasiòn de tarot,
encarnizado deseo rociando a todos los hombres
de sonàmbulas efigies
donde hasta lo divino evoluciona a la estatua.
No comprendo a dos seres mientras interpretan
al caminar indomables entre sus cuerpos
que para conocer en ellos
llegan a un infinito
dormido sobre
otro.
Aùn màs infinito.
Guillermo isaac paredes mattos
jueves, 19 de mayo de 2011
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