Como una cumbre, el libro borra su historia.
No sòlo el viento lo hace.
El viento raspa el granito de las formas hasta
que èstas caminan al lado de la vida.
Nocturnos valles dijeron que ibamos a unirnos
a ello.
Que sòlo nos separarìamos como lo hace una vereda,
al ser doblada por la esquina.
Y compartimos el tramo
que flanqueaba nuestro corazòn cada noche.
Estudiamos el sol, su brazo angustiado,
el sur de sus entrañas.
Obras de ensueño nos fueron arrancadas.
Fuimos desconocidos como inocencias
de espìritus tomadas por un calendario
en su pecho.
Fuera de ello y ante ello los astros
eran delicados como una caida.
Su comparaciòn con los ìdolos era profunda,
su remate, los actos de sus venas
ya sin ninguna circunstancia.
Allì brotaba -como brotaba- la resistencia de
un sur creyèndose pàpiro.
Borracho de suelos, todo recorrido
pasaba indiferente. Luego, francos azogues,
la majestad de ondulantes vitrinas
donde la poesìa era atenta al vestigio.
Pero seguìamos emigrando
como ese viento que raspaba al rozar la
punta de una cumbre.
Nos desprendimos entre recogimientos.
Tomamos los frutos màs dañinos del hemisferio.
Esperabamos, solamente esperàbamos
que uno pudiera enseñarnos el camino
que conduce a otra màgica locura a los astros.
Y pudiera encerrarnos para siempre
en su pecho.
Guillermo isaac paredes mattos
miércoles, 4 de mayo de 2011
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te superaste
ResponderEliminarEs posible Maite. En todo caso màs que el Guille, fue el poema.
ResponderEliminarUn abrazo.