miércoles, 27 de noviembre de 2019
Una Copa Regresa a la Luna
En una era de astros una copa regresa a la luna.
Un fruto de agua pertenece a las incandescencias.
A un teatro de fósforo en el trigo.
En el musgo es elemental el vicio y el sufragio.
La cadeneta con mustios girasoles.
Eso llamado libertad cimentado como una sutil
idolatría en un eje.
Fantásticos bordes oprimen un panal y en una
libélula compuesta por prefijos emanan a
lo sobrenatural los relieves, los
menguantes de vidrio provenientes de un tiempo
donde los gorjeos golpeaban las sienes
desde bóvedas extrañas que aún hipnotizadas por
la descomposición muerden una diéresis.
Toda aquiescencia.
El hambre que se siente a veces en las puertas de
los equilibrios. De los desembarcos.
De ese ovulo universal con el cual representamos
el idilio de un parpado antes de
llegar a una conclusión filosófica después de un
diálogo con nuestra sombra.
Esa que en un primer momento conocimos como
una silueta.
Y ahora yerra en las calles
-no sé sabe como-
convertida en estatua.
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