miércoles, 20 de noviembre de 2019

Devoración del Opuesto





El silencio es el mismo.
-drástico vestigio de una corona-
Las cucharas en él despuntan urnas invisibles.
El universo en uno de sus rostros deriva
epistemológico a una cresta 
de espuma.
Una ola se enciende en un rango de trigo
sobre una superficie de hierba.
El destello es atávico.
Reminiscente el deseo en las parádojas.
En el movimiento de una constelación oprimida por
los candelabros. 
El génesis evoca con un diluvio en sus labios.
En una de sus palabras.

El silencio es el mismo.
Adquiere la soledad de un poliedro.
De un fantástico oleaje procedente de una quimera.
De una franja donde se bate la ilusión
y lo desconocido memoriza
artículos de polen. 
Avenidas incrustadas en las veredas 
que de una u otra manera articularonse como
andanadas o elefantes desfigurados por
axilas. Por un encuentro con
el violín o un piano
estremecido por ese aliento en las sienes
herido por una amapola.
Una deslumbrado por los pájaros.
Por figuras que irreconocibles
exiliaron su alma entre parques de rocío
con voces de anilina.
Entre fantasmagóricos escenarios
con alfileres de agua
donde el sol recitaba en la penumbra su
amor desesperado por una sombra.
Su carácter de fiebre.
Todo eso acompasado e hialino que
devuelve la noche
a un mundo de pudores.
De escrúpulos de selva.

Contrastados por un círculo que no cree
en el devenir.

Y devora su opuesto.













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