jueves, 21 de noviembre de 2019

La Naturaleza de una Mañana de Iris





La naturaleza de una mañana es un iris.
La referencia a un indicio terrestre bulle entre sus sòlidos.
Esta lluvia -debo confesarlo- es un plural de iones.
Una garrocha por la que desciende una hilera de hormigas.
Un plano sòrdido que conduce la experiencia a 
los lìmites. Todo lìmite no significa sino una renuncia.
No es un dìa metafòrico ni un claxon.
No tiene relaciòn con el peso de una hipèrbole.
No es un abstracto dirigible en el semen. No.
No es esa percepciòn del mar antes de alojar una ola.
Tampoco la naturaleza en una aurora de manzanas.
Es material como todo sujeto que va a un mercado.
Incògnita de destellos abandonados por los nombres.
Por el vilo que se humedece. 
Por el soplo de un planeta mientras dios busca para èl
un predicado. Uno que no escupa vanguardia.
Que sea un tanto xilogràfico.
Que nunca haya tenido la capacidad de aprender
o ser educado. Sintomàtico como toda prestigitaciòn.
Aunado por melenas de polvo.
Guijarresco o rectilìneo.
Grotezco desde una hoja que se sublimiza o un tanteo
de racimos morados en la puerta de un colegio.
De la salud adolescente de la esquirla.
Del colonial iglù.
Del primitivo insomnio donde lo dorado mella.
O las escaleras son purpuras.
Semejantes a un desesperado helio incrustado en 
tu fiebre.






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