miércoles, 13 de noviembre de 2019
Poeticidad de un Panorama
Se encuentra dormido entre el verbo.
Mística o diástole de esoterismo donde los nudos se encrespan.
Soledad de arciprestes que rozan de noche la luna
y responden a los sólidos.
Diluvio sobrenatural donde ansiamos una raíz.
Una silueta. Nada más que la silueta de una
manzana.
En un lugar en que la sílaba se estrella contra el vacío antes
de convertirse en palabra.
En el pubis destruido en tu adolescencia por los minotauros.
Durante crepúsculos donde toda semántica elige el
grito antes que la voluntad de los presagios
y los preludios donde se bate la inocencia.
Se dora en los caballos.
Disputa a lo ancestral un unicornio amarillo con latitudes.
Con jardines o puestos donde la clarividencia muerde
las cúpulas de esta ciudad sin brújulas
e himnos donde las liturgias invaden el camino de las
plagas devorando sus resacas.
Sus estelas.
Su lampo más atroz.
Su paraíso -eso sí- meridional en cada uno de sus acentos.
De sus trasatlánticos.
De esas liturgias con que adrede despide la humedad de
las centellas antes de encaminarlas a los relámpagos
que se separan del fuego.
En la intensidad.
En las parábolas con las cuales llegas a un desayuno con
una abeja en las mejillas.
Una abeja dorada que arrastra una colmena en sus alas.
Colmena democrática.
Neoliberal.
Derechista o zurda en cualquiera de sus telegrámas.
Neopoética.
Conduciendo un cisne tuberculoso en una de sus
imágenes.
Aquella donde el diminuto criterio que posee de la belleza
colisiona contra el infinito ámbar.
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