lunes, 20 de mayo de 2019

La Plusvalía de los Santos





Otoño triángular.
Que creces en el espíritu de una ballena
o la historia de una calabaza.

Jirón de plástico
en el interior de una basílica con
científicas urbes en las cuales de noche
escalan los astros.

Determinada manera de contestar
a un ladrido.
A un qué sé yo.
Enigma de un verano que ilumina
el sudor con otras palabras.

Contraste fofo de esta audiencia.
Buendía magro.

Contenido de una aurora donde
levitan los pájaros intentando
evitar el vuelo.

-cúando aprendieron a levitar-

Sonido de sueldo mínimo.
Diafragma de violín.
Cruz soterrada.

Detallista plano de fría escarcha
donde versionan los navíos.
Mañana de neblina.
Irónica plusvalía donde residen
los santos.

Residente puro que escarbas los
confines. Mordiendo nada más que
barriles de petróleo.
Coleccionista de arañas con más
de un verbo.

Otoño triángular.
Menoscabo o sheriff
de lejano oeste.

Emboscada del brillo escondido
en las nubes.

Pubis o cerebro de esa andanada
donde las campanas
describen lo mediterráneo
con sílabas de cera.

Me pregunto otoño
si aquello mediterráneo cifrado
en la oración anterior
significa todo tu sagrado metabolismo.

Uno con el cual inútilmente
regresas a tu cola.






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