Vivirémos como lo hiceron aquellos.
Vamos a tocar una flauta con la inspiración
que precede al instante de la muerte,
soñando que ese instante nos dará algo más.
Pero sólo lo veremos un segundo.
Estarémos frente al mar cuando ya nada suceda
y los sucesos apilados en una ventana
reflexionen entre las constelaciones.
Igual que los hombres, sin ninguna razón.
Seré irracional, más irracional que los verbos.
Seremos el medio de dios, el equipaje
de aquellos degollados por planetas
en tiempos donde nuestro vendaje era
de rocío.
Caminarémos como ayer entre los mástiles.
Juntarémos guijarros y los dejarémos en alguna piel.
Como ves caminamos en este poema y nos separámos
en él y ello tuvimos que aprenderlo
a punta de ciencias
milagrosas como un asta.
Pero las astas no son importantes. Sólo sueñan.
Sólo anhelan lo remoto.
Igual como el halo que llevamos en el corazón.
Pero un día nos separarémos.
Y yo dormiré. Cuando despierte el universo
que desconocí representará
entre la providencia el misterio.
Nada habrá a mi lado.
Nada sino aquello bañado por la sangre
de los árboles.
Aquello llamado destino.
Guillermo Isaac Paredes Mattos
jueves, 21 de julio de 2011
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