El Guerrero y la Rosa
Alado cardo, despunta en los yelmos de mi veleidad
que el mar está sangrando
y mi oración no respira en los barcos ni cesa en su empeño
de creer en el aire
como en un soplo de pubis
encerrado en un cometa.
Alado cardo, repito este sonido muchas veces
para que sea el último
para que mi pubertad siga rompiendo ciudades
y algo como anciano en los àrboles me dedique su herencia
su legado de aguja
su pasado de brujulas lastimadas por eros
por ardientes resquicios
donde las piedras contemplan en sus siluetas
la vena pedida del caballo.
Y mira el río, el manantial pesando vestigios
para el sueño,
la calle iluminando bastidores sobre el desvelo
el cristal de un pedazo de hormiga
resistiendo entre heroes
sus proas azules, sus mentiras que alzan bosques
sólo en los dedos
y después nos dejan morir al lado de
esa inspiraciòn
que sòlo èl toco de la vida
y luego la dejò huìr a un poema
a un pobre verso.
Guillermo Isaac Paredes Mattos
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viernes, 28 de mayo de 2010
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