miércoles, 5 de agosto de 2020

Paisaje Contemporaneo






Ese silencio en el cual las estrellas descubren
su soledad. El paisaje de sal que era casi un pseudónimo.
El pacto con una amapola.
El verano en el roce de toda superstición.
Y el hambre.
El hambre con su máscara de vidrio en el lomo de una
cebra.
Por supuesto que no es ninguna absurda vanguardia
ni contemporánea treta.

Con exactitud las improntas tejen sus dioses en una mañana
en que los apogeos persiguen esgrimas y son ecuestres
los latidos de la transparencia.
Todo aún es cristiano.

Los paraguas siguen a las cucharas como si se tratara de
dioses y hay un hélice que destaca en sus círculos
las contorsiones de la sangre
en las venas.

Los hombres miran y otros trazan agujeros
en recipientes de niebla.

Los huesos dispersos se unen nuevamente pero sin
permiso de la carne. La carne continúa su historia
en otros albedríos.

Algo contrito y sucedáneo evalúa la naturaleza
del diluvio en las sienes
y mientras ellos sucede una jungla descubre el sesgo
de un jardín entre sus cenizas.
Despierta el fuego con un arcano en su saliva.
O la pantera examina el detalle de la oscuridad 
durante el sueño.
El detalle o la característica. Da lo mismo.
Su nombre por ahora es el de la penumbra.

La modernidad parece segura en una
espora de vinilo y bandadas de acrílico exhortan
el vicio de una palabra en un
reguero.

Es demasiado pronto para decir que es marginal.

Es demasiado pronto a pesar que lo sea.

Y por mas que los muertos estén colgados de las anclas
que arrojaron los navíos en el hemisferio.

Antes de descubrir que ese es el único infinito
que queda.












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