lunes, 10 de agosto de 2020

Estereotipos Culturales

 



Después de la palabra una lechuza.

Un recipiente crepuscularmente disciplinado.

Un gesto preliminar adherido a una franja.

Un palacio o un nómade.

El reguero en el que son sometidas las anclas

y son limadas por lo invisible hasta convertirse

en cotas o perímetros.

En estadio y molécula por la que 

la inercia coloca la gravedad entre las cosas.

Claro, hay eventos anti-gravitacionales.

El vuelo por ejemplo.

Cualquier estereotipo.

El indicio -cualquier indicio- cultural de la brea.

Y observa, una linea en el rostro puede dejar

que salga de nuestra piel un satélite.

De nuestro cráneo posiblemente un astro.

De nuestras manos un invierno que -como este-

pavimenta los idus.

Eso tan ebrio de leyes que es base de casi todos

los horóscopos. 

De inusualmente los tatuajes.

Goteo del zigzag en una copa dormida

en que electricidades y esporas escenifican

el culto a los relieves.

Esa llegada a un jardín donde se baten nuestros

antepasados con una jarra de falsos profetas

inundada de anilina.

De cartón o juramentos de plástico

sometidos por la caspa.

Por un vaticinio de multitudes

que reciben el horizonte de una noche.

Y sólo la mirada en lo más profundo sabe que en

ese horizonte jadean infinitas

las cenizas.

Y que cierta imagen oprimida en ellas

alude a una mañana.

Incandescente -como el sudor de toda religión- en las

copas de los árboles.

Mientras un brillo oculto en ellas digiere.

Y otro regresando a su enigma

empieza.



















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