sábado, 25 de noviembre de 2017

Poliedros





Ese oceano.
El pelicano desfigurado por un aliento.
El acantilado junto a un emperdible escribiendo entre
las cosas con una palabra.
Pero no es suficiente.
Siempre es necesaria màs de una.

La tierra y en sus fragmentos una ciudad
estructurada por el voceo. Compaginada por una
brujula metapoètica. Llena de entrañas o 
pàginas donde ubicamos de noche
una metròpoli. Un hueso celeste. Una caracteristica 
del ser cuando habla o troquela. Siempre
entre ansiedades. Cuando no entre
fragatas.

Luego la geografìa de un estambre ceñido
al velo. A la edificaciòn. A los yelmos o el dibujo
de una coraza que mimetiza y lanza
ardientes tesituras en un fruto.
En un elixir.

En la yesca donde revelan las astronomìas un
relente equinoccial. Un meridiano de 
lagos y curvas. Todos inherentes a una estaciòn
donde el caos escolta a una araña
por las alcantarillas
mientras el destino evoca precipicios
de yeso y mandarina.

De silabas casi proposicionales en el interior
de una geometrìa.

Donde vagan insomnios

Entre extraños y lucidos poliedros.








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