viernes, 17 de noviembre de 2017
La Mirada de los Jaguares
El oleaje presenta una amapola.
Un preambulo de serpentinas.
El niño recorre las brujulas con una intuiciòn
en las manos.
Una forma de agua convertida en raìz mientras
la primavera se convierte en tintineo
deforma todo eco.
Casi un lumen nos equidista ahora.
Alguien a lo lejos desearìa que fuera un equilibrio.
El rigor desciende de un pàjaro con una cuchara
de goma.
Con una visiòn del sol sobre una mandibula. Lugar
donde se dora la sal. Donde llega a una
tragica versatilidad el poema.
La direcciòn del humo.
El telescopio habitante de un pubis en
una caracola.
Virgenes piedras que ascienden hemisfericas
hacia las miradas de los jaguares.
Dirigibles de arena escapando en el humo
de un cigarro sin pronunciar jamàs su destino.
Eso es para el instante en que nada en
el universo es pronunciado.
El destino es aquello que precede a una
intuiciòn sobre las hojas.
En el radio donde se forma un àrbol cuando
la humedad es transparente.
En un esotèrico resplandor.
Donde a veces la lucidez lo confunde
con el presagio.
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