jueves, 16 de noviembre de 2017

Cuando el Viento Procede de las Corolas





Algunas veces pensamos que el viento procede de las corolas.
Luego llegamos a esa pronunciaciòn donde 
manifestamos lo contrario: El viento viene de cualquier 
lugar que no es una corola. Tampoco un poema.
Mucho menos una axila o una columna
de granizo disputada a un iòn.

Incluso despuès de su incursiòn en la existencia tal
viento se transforma y de su piel emerge un pelìcano.
El mismo se incrusta en los ojos de todo ser en el 
universo.

Eso sucede entre policromas variedades 
nunca alcanzadas por el humo.
Por la cinètico.
O el pudor de una caspa.

Nunca he visto un pelicano que se incrusta en los ojos.
En los ojos sòlo se incrustan hordas de brea.
Un sol o una moneda de jaspe.
Tales imagenes son inutiles sabidurìas que se deforman.

- a ello llegan con el devenir de los dìas-

Que se desfiguran entre los mastiles sin haber jamàs alcanzado
al oceano. Entonces suponemos que los màstiles
son invisibles. Luego de caminar algunas calles logramos
a veces afirmarlo.

Esa afirmaciòn no sirve de mucho en una realidad donde
las cosas estàn hechas de espigones.
Una realidad sopesada por particulas.
Por celulas que se alejan de lo verosimil para crear los
tallos. Las mandibulas.

O una especie de arboleda que junto con la noche

contemplan los circulos en los himnos de las 
cigarras.






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