lunes, 13 de noviembre de 2017
Poema
El poema vuelve a circunvalar una nube.
Es una nube compuesta de escamas. Adherida a la
misma un reflejo. Todo reflejo como se sabe es rojo.
Vive y se humedece en la intemperie.
Describe columnas celestes por lo general y de
manera particular sujeta una antorcha.
Todo reflejo se inspira. Se alimenta de
esquinas y profanaciones. Mira el oceano hasta la llegada
de una ola a la orilla. Eso lo conoce casi con exactitud
la arena. La sal en los pedazos de vidrio
entre los medanos.
La autonomìa de la mirada en una pupila.
Luces de escarcha y antimonio sobre indicios
precolombinos donde otras generaciones de lluvia giraban
sobre la tierra.
Eran generaciones que volvìan del humo con
una cuchara. Con un tenedor. Con una silueta donde
el opalo era tambièn de salitre.
El poema vuelve a una campana.
Al viento que se retuerce en los travesaños.
A la brisa que cuelga su moneda incognita.
A la incandescencia sin titulos en una amapola donde
se encuentran varadas las estrellas.
La continuidad del polen.
Ese que imita la llegada de un pàjaro amarillo
en el destino crepùscular de una botella.
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