El color natural de una avenida
aquel que no posee razòn.
El que neutraliza y repele poesìa.
Ese que lleva un asta entre nosotros.
Como una nube, como llamarada fluorescente
en las orejas y lo nocturno es un banquete
sin lograr juzgarnos
y damos por sentado un idilio
de linchamientos, donde empalamos
una pradera bordada por tejidos de escaleras.
Ese color liberandose del velero y una perfecciòn,
como si percibir fuese exacto,
seruro de este tramite
sumando liendres a mi burocracia.
- Mi mirada -digo- es mi burguesìa
de perro-
- O esa nube de caìn tomando este recurso,
para que su rostro pueda sorprenderse
de un higado en el suelo-
Esto ùltimo en mi intenciòn debìa ser postrero,
deajr que llevara el acento que arroja
al pièlago del escribir a una fosa.
Por màs que toda fosa no sea
demiurgo.
Un soñador de boìnas.
Esa mitad divina sin encontrar la providencia
y que vaga entre los hombres.
El dìa natural.
De tinta y lapicero.
De zar o azufre.
Llevando prendas, tomando botines,
caos y sobrevivientes.
Desvaneciendose en caos eternos,
edificados por cànticos.
Construìdos solamente
por gemelos.
Guillermo Isaac paredes mattos
miércoles, 11 de enero de 2012
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