Segùn el indicio.
La tierra indòmita donde el sol
aparecìa transformado en oceano.
El velero con monasterios de aguas.
En tanto al eter
caminaba por el ser
con una pitonisa de àcido
y me propuse detener su corazòn en cada
rìo de sangre de su cuerpo
como lo hace una vena.
En tanto al ser
condujo el reglaje de su deseo
hasta un universo donde la creaciòn
podìa traicionarse perversamente y esa perversidad
era la justicia de un nictalope tocado
por la noche entre leyes
de escarnio.
Llamame dijo la belleza antes que el viento
se uniera con la muerte para oprimir
el infinito.
Busca el hombro.
La clavicula de orbitas inundadas
por una guitarra. Por un centinela oboe
cubierto de vigilantes, por tropeles
y satèlites que alguna vez
derrumbaron las sombras.
Sòlo por encontrar en ellas
un racimo esmeralda.
Y asi acariciar las torres de
su oscuridad.
Guillermo Isaac Paredes Mattos
viernes, 27 de enero de 2012
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