No pensamos en los veleros como
la vida lo hace.
La vida generalmente hace cualquier cosa.
Un detalle. Un cielo, un ciclo de ambar.
En esta cita de peones con nuestro
dorado holocausto, el diluvio llega
cercenando el oxigeno, su mejilla de
lùcidez y pomulo.
Jamàs volteamos hacia un planeta y
si nuestra sombra recoge ese remordimiento
es para azularlo.
Descubrimos que nuestra sensibilidad
no està hecha de bòlidos
pero sì de cìmbalos.
Jueces de papeles de antropòlogos
sentados entre el testamento y la carne
guiados por lùmenes, eso vimos.
Yo quiero un lùmen para la ilusiòn
decìan los bordes.
Pero nuestra sombra no era la efigie cultural
El troquelar de un lunar
el derby donde la escritura es citada
inundada de vèrtigos. Nuestra sombra
no era hàbito. Y los bordes fueron
sorprendidos por la costumbre
en un nocturno pièlago de cabellos.
No hemos estado tan cerca de la vida
como ahora.
Ahora que todos los sìmbolos mueren
para renacer.
Y en apariencia podemos decidir a renunciar
a la apariencia porque lo profundo
ya no logra amarnos.
Ahora, que es la voluntad de la belleza
quien decide si llega o no a ello.
Guillermo Isaac Paredes Mattos
viernes, 9 de septiembre de 2011
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