martes, 11 de febrero de 2020

Existencia de un Crepùsculo





Existen crepùsculos a los que nos asomamos
de manera espiritual.
Tienen mandìbulas en sus celajes.
Poseen rituales.

Poseen mitologìas de escarcha en cada soplo
que preludia o profana.
Monòlogos que deja una estela
conformados por lenguajes de brillo.
Un indòmito resplandor se filtra en ellos.
Parece un harapo.
Un trajìn de juguete.
Una veleidad con la cual la sensualidad
cruza el vèrtigo.
La intensidad.
Eso que los bùhos entienden de noche
como desesperaciòn.

Espirales de ensueño con largas peninsulas
en sus mejillas.
El roce de la piel en ellas imagina
el alabastro. La llegada al pubis de una
mariposa donde la inspiraciòn rasga una luz
de porcelana.
Un paisaje de carbòn donde vibran metàforas
de hierro. Sobre superficies
de zinc.

Existen crepùsculos.
No enumeran ni narran historias en 
la madrugada.
No imitan los velos que hay en la llama
de los candelabros.
Se extienden como plagas doradas
en un parque.
En una singularidad que los idus
perciben.
Que ciertos preàmbulos
intuyen.

Buscan hematòmas y metabolismos.

Confieren a todo sesgo o eje una imagen.

Imagen gnòstica siempre.

Acariciando superficies trascendentes por 
la noche.

En cada una de ellas el velo ha sido 
colocado allì por el amor.















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