jueves, 13 de febrero de 2020

En la Orilla del Mar






En la orilla del mar.
En la orilla porque no es un castillo de piedra.
Tampoco una daga con pròlogos.
Aquiescente como esas auroras que unen el brillo
a la claridad formando un maleficio.
Un presagio.

Cuando las explanadas lucen su mariposa de 
nieve en el pecho. Pero lo hacen porque ella crearà
las raìces del latido y el latido es el diario
de un bùho en el corazòn. De un conjunto de hordas
pero constituidas por papeles.

En las peninsulas donde el sueño
toma un molino de las veredas y lo transforma
en poètica. En silo con generalidades
o telescopio que inunda una bòveda.
Un cràter.
Un pez de barro.
Un vocablo en esos juramentos donde 
un demonio intenta cumplir sus promesas
y descubre que tiene la superficie
de la punta de un hilo para
hacerlo.
Eso no sòlo significa un desembarco.
Ello no es esa incursiòn que
recogemos de un adolescente plano.
Es nada mas que un ruido.

Una caracola.
Una inaudita subversiòn en los collares.

A la salida de un teatro donde los actores
no pueden abandonar sus personajes.

Y vociferan.

Gritan.

Anhelando volver a los mismos.









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