lunes, 22 de julio de 2019
Regiòn Matinal
Me digo que voy a leer algo antes que empiece
cosa alguna esta mañana. Transcurren los minutos
y no es asì.
-se da curso a mi proceso de domesticaciòn-
No dejo de observar los tejidos de la lluvia que cae
de lo milenario. En ella convocase cosas
imposibles: la silueta de un cabello.
El rostro adolescente de una bujìa.
Un ocèano neoplàstico.
Un semi-grillete.
Dejo todo por la contemplaciòn
-hasta cierto punto- de ello nuevamente.
Me digo què hacer ahora.
Còmo deslizar esos objetos en este silencio.
Me pregunto si han de capitular hacia
esa -por decirlo de alguna manera- belleza.
Y si lo ùltimo -la belleza- podrà tambièn
capitular en esta vida.
Luego medito: en esta vida capitulan otras cosas.
Lo he visto tantas veces.
Tantas como el hecho de decir que empezarè
el dìa con una lectura. Sea la que fuere.
Y capitula la realidad por segunda vez en
un periòdico.
En la superficie ovalada de un pètalo.
E el cuello curvado de una cebra cuando bebe.
En la caligrafìa de un àtomo.
Junto a todo un anagrama.
He escrito sobre ello en auroras que
definitivamente son nucleares.
He aprendido a sortear esa monotonìa personal
con la cual apilaba mi alma en todas las
cosas hasta la desidia.
Hasta su màs profundo canto.
El màs vil.
Ese que nos quiere hechos sòlo un momento.
Un irracional segundo en el tiempo que
no significa nada.
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