jueves, 18 de julio de 2019
Nuestras vidas a cada paso.
A cada latido.
Escribimos en ellas ahora que el tiempo
ha abandonado el espacio.
Nadie sabe hacia dònde se dirigen objetos y superficies,
apetitos y sienes. Lo ùnico cierto es que el espacio
ya no es el lugar donde se inspiran.
La soledad se yergue como un brillo intuyente.
Las constelaciones en esa soledad toman la apariencia
de los àngulos donde se vive.
Y suponiendo -claro està- que soy una araña
y de mi pelo cuelgan hipotenusas, observo uno de
mis sueños desfigurando junto a un brillo.
Tal brillo lleva una pira con extrañas paràbolas.
Un diccionario de sienes.
Un dìa de polen semejante a la memoria.
Desenlaces iguales al anhelo que evoca una corola
de piel en el viento.
Crucifijos sobre la marea donde el pulso pertenece
a un ciclo de àmbar. A un exodo de carbòn en las pupilas.
Donde el relàmpago al caer sobre el mismo
es un destello que
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