jueves, 7 de diciembre de 2017
Cuando una Palabra Empina
No todos los àrboles poseen incrustaciones.
Algunos descienden de las bahìas portadores de extraños ecos
en sus troncos.
No todos alcanzan la arena vestidos de nueces ni se
multiplican en las corolas. Algunos toman en la aurora eventos
marinos en sus ramas. Indòmitas curvas de celajes.
Viven en la memoria renovando dijes de cigarras amarillas.
Se esconden en las manzanas despuès de rozar un
piano por la noche, entre mitologìas donde agitan
el prodigio los peces y alguna vez
los monòlogos.
La mayorìa duerme entre escarchas donde la libertad es una
nociòn del crepùsculo. Un acantilado de puros decimales.
De vertientes que dejan de empinar sus palabras para no
llegar a la duda y quedarse entre verdades de nieve.
No todos los àrboles con fragmentos de sabias primaveras
que llevan la inversa de los colores. El silencio
de un mentòn donde se hunden los prismaticos y lucen
las antinomias doradas calaveras.
No todos. Las voces se incendian en un candado
y en las prendas de un fusil hay un onomàstico que sueña
con los ineditos buhos que sangran.
Circuitos de anis llevando contenidos de fractales
en lo profundo de las islas.
Espejos con rituales de moscas en las trasciendas de las
plazas donde empujan aùn las puertas de un otoño las hormigas.
Esas que crecieron entre laminas. Las que se alimentaron
sòlo de carbones en las calles.
Y se encaminan cada mañana a los astros que cuelgan
transparentes en las arterias del cielo.
Llevando màstiles infinitos en sus bocas.
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